domingo, 29 de mayo de 2016

BEETHOVEN, ¡HERMANO! ACTIVIDAD 7. SIN SENTIDOS. EL SORDO Y EL MUDO.



Por parejas, cada uno elige ser Beethoven o Harpo Marx. 
Ahora vamos a comunicarnos. 
¿Cómo podemos hacerlo? Lluvia de ideas. 
Leamos parte de esta escena en nuestro querido libro: 

Al encenderse la luz aparece Harpo Marx con su indumentaria típica y la bocina en la mano, saluda con ella y se sienta al piano. Cuando se dispone a empezar, aparece Beethoven vestido de concierto.
            BEETHOVEN.— Fuera de mi sitio, es mi concierto y tengo que prepararme.
            Harpo se levanta, y se acerca a él, dándole la pierna a modo de saludo.
            BEETHOVEN.— ¿Cómo te atreves? ¿Sabes acaso quién soy? ¡Largo!
            Harpo le rodea gesticulando con la mano sobre su carácter. Después, sonriendo le vuelve a dar la pierna.
            BEETHOVEN.— ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Serás descarado?
            El músico le entrega el cuaderno de conversaciones, pero Harpo lo rechaza mostrando una chapa con su nombre que lleva prendida en la chaqueta interior.
            BEETHOVEN.— Harpo, te llamas Harpo. ¿No hablas?
Harpo asiente primero y después niega. Juegan con la pregunta y respuesta, mientras Harpo asiente y niega. A la tercera repetición de Beethoven, Harpo le tapa la boca al finalizar la primera pregunta y contesta. Destapa y Beethoven hace la segunda pregunta y Harpo niega.

            BEETHOVEN.— ¡Ah! Te llamas Harpo y no hablas. Esta si que es buena, ¿cómo nos vamos a entender?
            Harpo toca la bocina.
            BEETHOVEN.—¡Qué buen invento! Hasta yo lo oigo. ¡Mejor que los míos! ¿Dónde los he puesto? ¡Ah! Sí, mi corneta acústica.
Harpo lo prueba.
            BEETHOVEN.— ¡Déjame! Largo, que tengo que prepararme, ¿No tienes nada que hacer? ¿A qué te dedicas? Bueno, ya está, no sé que haces aquí, pero vete ya… Te imagino haciendo travesuras por ahí, como cuando yo era niño y me pasaba el día vagabundeando por la calle, ¡qué frío!
            Harpo se asusta al escuchar al músico con el cuerno. Se lo devuelve, pero antes extrae de su gabardina un trapo sucio tan largo, que todavía no hemos visto su fin. Saca brillo al cuerno y después, le limpia el traje.
BEETHOVEN.— ¡Basta! ¡Basta! No necesito que tú me, me, me limpies.
Harpo se aleja asustado. Beethoven le mira con recelo.
BEETHOVEN.— Ojalá pudiera estarme callado como tú, cuánto ganaría. Pero es lo único que me queda, bueno, eso y la música.
Comienza a tocar en el piano: “La Sínfonía Heroica”. 
Harpo saca un gorro típico de Napoleón y se pone la mano en el pecho.
BEETHOVEN.— ¿Cómo te atreves? Ni me le menciones. Menuda falsedad. Y yo que había puesto mis en Napoleón, hasta le había dedicado esta sinfonía, pero cuando hay que rectificar, se hace con gusto. ¡Jamás! A alguien que se proclama emperador, conquistador, ¿de qué? Otro que no sé qué se ha creído. La libertad no entiende de fronteras ni de jefes a los que supeditarse. ¡Para!, que se me va a atragantar la sinfonía de verte con esa pose.
Beethoven deja de tocar y se levanta airado. Harpo se quita el sombrero y la mano que tiene metida dentro de la chaqueta, se acerca al músico y le saluda, dándole la pierna. Beethoven se pone nervioso y le retira, vuelve al piano y Harpo imita a una paloma, se aprieta las dos manos y con la mano en el corazón hace ademanes sentimentales.
BEETHOVEN.— Eso, es, yo soy un defensor de la libertad, la fraternidad, el romanticismo.
Harpo vuelve a repetir los gestos y Beethoven parece sonreír mientras toca, pero después para en seco, incluso Harpo se asusta.
BEETHOVEN.—Ya está bien de payasadas, vamos, déjame. Cuando llegue la orquesta, tendré que ensayar con ellos y tocan tan rematadamente mal, se nota, se siente.
Harpo toca su bocina.
BEETHOVEN.—¿Qué quieres decir? ¿Qué no les oigo?
Harpo esconde la cabeza en la gabardina mientras asiente con la cabeza.
BEETHOVEN.— No, la vergüenza no la pierdes, no. Y lo peor de todo, es que seguro que me tomas el pelo, como si lo viera.
Harpo le toca el pelo a Beethoven con miedo y dice que no con la cabeza.
BEETHOVEN.— No me toques ni un pelo, pase que me lo tomes, pero ni se te ocurra rozarme. Y ahora, ¡déjame!
Harpo se aparta y dice adiós con la mano. Beethoven se pone a corregir unas partituras mientras Harpo entra sigilosamente. Se coloca detrás de él y le arranca un pelo con sumo cuidado. Se esconde.
            BEETHOVEN.— ¡Ay! (Grita y se rasca esa zona de la cabeza.)
Harpo vuelve a la carga y aunque Beethoven se mueve mucho y le da varios sustos, al final consigue arrancarle otro. Beethoven entre manotazos y pelos arrancados toca la “Sonata Nº 20 para piano”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario