Por parejas, cada uno elige ser Beethoven o Harpo Marx.
Ahora vamos a comunicarnos.
¿Cómo podemos hacerlo? Lluvia de ideas.
Leamos parte de esta escena en nuestro querido libro:
Al
encenderse la luz aparece Harpo Marx con su indumentaria típica y la bocina en la
mano, saluda con ella y se sienta al piano. Cuando se dispone a empezar,
aparece Beethoven vestido de concierto.
BEETHOVEN.— Fuera de mi sitio, es mi
concierto y tengo que prepararme.
Harpo
se levanta, y se acerca a él, dándole la pierna a modo de saludo.
BEETHOVEN.— ¿Cómo te atreves? ¿Sabes acaso quién soy?
¡Largo!
Harpo
le rodea gesticulando con la mano sobre su carácter. Después, sonriendo le
vuelve a dar la pierna.
BEETHOVEN.— ¿Quién eres? ¿Cómo te
llamas? ¿Serás descarado?
El
músico le entrega el cuaderno de conversaciones, pero Harpo lo rechaza
mostrando una chapa con su nombre que lleva prendida en la chaqueta interior.
BEETHOVEN.— Harpo, te llamas Harpo.
¿No hablas?
Harpo
asiente primero y después niega. Juegan con la pregunta y respuesta, mientras
Harpo asiente y niega. A la tercera repetición de Beethoven, Harpo le tapa la
boca al finalizar la primera pregunta y contesta. Destapa y Beethoven hace la
segunda pregunta y Harpo niega.
BEETHOVEN.— ¡Ah! Te llamas Harpo y
no hablas. Esta si que es buena, ¿cómo nos vamos a entender?
Harpo
toca la bocina.
BEETHOVEN.—¡Qué buen invento! Hasta
yo lo oigo. ¡Mejor que los míos! ¿Dónde los he puesto? ¡Ah! Sí, mi corneta
acústica.
Harpo lo
prueba.
BEETHOVEN.— ¡Déjame! Largo, que
tengo que prepararme, ¿No tienes nada que hacer? ¿A qué te dedicas? Bueno, ya
está, no sé que haces aquí, pero vete ya… Te imagino haciendo travesuras por
ahí, como cuando yo era niño y me pasaba el día vagabundeando por la calle,
¡qué frío!
Harpo
se asusta al escuchar al músico con el cuerno. Se lo devuelve, pero antes
extrae de su gabardina un trapo sucio tan largo, que todavía no hemos visto su
fin. Saca brillo al cuerno y después, le limpia el traje.
BEETHOVEN.— ¡Basta! ¡Basta! No necesito que tú me,
me, me limpies.
Harpo se
aleja asustado. Beethoven le mira con recelo.
BEETHOVEN.— Ojalá pudiera estarme callado como tú,
cuánto ganaría. Pero es lo único que me queda, bueno, eso y la música.
Comienza a
tocar en el piano: “La Sínfonía Heroica”.
Harpo saca
un gorro típico de Napoleón y se pone la mano en el pecho.
BEETHOVEN.— ¿Cómo te atreves? Ni me le menciones. Menuda
falsedad. Y yo que había puesto mis en Napoleón, hasta le había dedicado esta
sinfonía, pero cuando hay que rectificar, se hace con gusto. ¡Jamás! A alguien
que se proclama emperador, conquistador, ¿de qué? Otro que no sé qué se ha
creído. La libertad no entiende de fronteras ni de jefes a los que supeditarse.
¡Para!, que se me va a atragantar la sinfonía de verte con esa pose.
Beethoven
deja de tocar y se levanta airado. Harpo se quita el sombrero y la mano que
tiene metida dentro de la chaqueta, se acerca al músico y le saluda, dándole la
pierna. Beethoven se pone nervioso y le retira, vuelve al piano y Harpo imita a
una paloma, se aprieta las dos manos y con la mano en el corazón hace ademanes
sentimentales.
BEETHOVEN.— Eso, es, yo soy un defensor de la
libertad, la fraternidad, el romanticismo.
Harpo vuelve
a repetir los gestos y Beethoven parece sonreír mientras toca, pero después
para en seco, incluso Harpo se asusta.
BEETHOVEN.—Ya está bien de payasadas, vamos, déjame.
Cuando llegue la orquesta, tendré que ensayar con ellos y tocan tan
rematadamente mal, se nota, se siente.
Harpo toca
su bocina.
BEETHOVEN.—¿Qué quieres decir? ¿Qué no les oigo?
Harpo
esconde la cabeza en la gabardina mientras asiente con la cabeza.
BEETHOVEN.— No, la vergüenza no la pierdes, no. Y lo
peor de todo, es que seguro que me tomas el pelo, como si lo viera.
Harpo le
toca el pelo a Beethoven con miedo y dice que no con la cabeza.
BEETHOVEN.— No me toques ni un pelo, pase que me lo
tomes, pero ni se te ocurra rozarme. Y ahora, ¡déjame!
Harpo se
aparta y dice adiós con la mano. Beethoven se pone a corregir unas partituras
mientras Harpo entra sigilosamente. Se coloca detrás de él y le arranca un pelo
con sumo cuidado. Se esconde.
BEETHOVEN.—
¡Ay! (Grita y se rasca esa zona de la
cabeza.)
Harpo vuelve
a la carga y aunque Beethoven se mueve mucho y le da varios sustos, al final
consigue arrancarle otro. Beethoven entre manotazos y pelos arrancados toca la “Sonata
Nº 20 para piano”.
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